martes, 27 de octubre de 2009

Día 128: cuando todo se acabe y nadie nos recuerde


Malos tiempos, malos tiempos para casi todo.
Ausencias injustificadas, caidas en picado. Supongo que empezar esta segunda vuelta con Cardio y lleno de ganas me ha destrozado. También contribuyó mi fin de semana llegando el sábado a casa a gatas a las 7 y media de la mañana... Ahora estoy en lo alto de la montaña rusa, dentro de un rato caeré a la velocidad de la luz. Debe ser que así funcionan estas cosas, aunque yo la verdad es que no lo tengo nada claro.
Esta semana me peleé con Neumología y con Urología. La segunda muy bien, la primera para habernos matao. Claro que llegar al lunes y encontrarte con esa asignatura que te gusta tanto pero que odias profundamente (Neuro) no mejora la situación. Debería hacerme mirar mi bipolaridad para estas cosas (para estas y para las demás).
El caso es que no tengo tiempo de nada y lo poco que tengo lo pierdo mirando al techo o viendo los milimetros que han crecido los girasoles que he plantado. Todo pérdidas. Para colmo golean al Almería. Suerte que después de este fin de semana que terminó comiendo en una terraza al sol con Sierra Nevada al fondo, tengo una gran huida preparada. Un recorrido en tren por media Europa. Tengo la ruta puesta en el escritorio, junto con el bisturí y mi fonendo azul oscuro, para motivarme. Todo lo que sea con tal de llegar a buen puerto.
En estas dos semanas lo único que he mantenido de mi lista de propositos ha sido ver un capitulo al día, leerme un libro (El frio modifica la trayectoria de los peces) y ver una película (Paris). Confio en que a partir de esta semana retome la normalidad, me centre y ese tipo de cosas. Por mi bien. Que nadie se preocupe. No hay catarsis que cien años dure, no?

http://www.youtube.com/watch?v=wmiUdfSHBtQ

domingo, 11 de octubre de 2009

Día 112: sobre apretar los dientes fuerte

Tantas cosas que contar.
Terminó una semana demoledora que parecía que no iba a acabar nunca pero lo hizo y ese mismo domingo me metí en un avión rumbo a Italia. Me volvió a pasar y me confundieron con Italiano en el avión y en el aeropuerto y así sucesivamente. No lo logro comprender...debe ser la nariz. De nuevo me monté en trenes y llegué a Florencia, la cual, como era de esperar, me recibió con lluvia. Claro que al día siguiente salió el sol y ya nunca más volvió a llover. Allí todo sigue igual que lo dejé, bueno, más o menos. Algunos andamios han cambiado levemente de lugar y en la estación de tren los rótulos de los andenes ahora son negros, pero poco más. La ventana de aquella plaza sigue abierta, la Sabina sigue intentando huir de los malos, el Ponte Vecchio se sigue reflejando en el agua. El mismo rumor de la gente, el mismo olor, siguen conduciendo igual de mal, la comida italiana sigue siendo tan increiblemente buena y el café, más. De nuevo paseos en bici, de nuevo colarme en el bus y de nuevo entrar al Giardino di Boboli a mirar la vida pasar sentado en una enorme piedra blanca. Yo iba con la ilusion de volver y cumplir antiguas autopromesas, pero a la vez tenía miedo de que algún recuerdo me atrapase en alguna esquina y ya no pudiese andar o respirar. Gilipolleces mías. Sobre echar de menos creo que podría escribir un tratado entero, pero ponerme triste no sino todo lo contrario. Y volveré, porque sí y porque aun queda gente allí que sabe que existo lo cual implica que oficialmente para la ciudad no he desaparecido del mapa.

Luego intenté volver y todo empezó a ir mal. Casi pierdo el tren de vuelta (menos mal que iba con retraso de 5 minutos) y el avión llegó con 3 cuartos de hora de retraso. Me recogían en Alicante en coche, eso si. Y cené de lujo, eso tambien, en el único sitio que quedaba abierto. Y a la mañana siguiente me escapé a ver el mar y a visitar el Museo Arqueológico que tenía como exposición itinerante nada más y nada menos que al Discobolo de Mirón. Y luego todo empezó a ir mal. Podía haberme vuelto en coche al día siguiente con un amigo, pero decidí tirar de tren. Y luego no coincidian los horarios asi que decidí terminar el camino en autobus. Error. 3 horas encerrado en una estación de autobus sin batería en el movil ni dinero en el bolsillo. Ese tipo de cosas que me pasan. Suerte que tenía un libro que no me estaba gustando pero que era bastante grueso. A mi lado desfilaron prostitutas que hablaban de lo mal que estaba el negocio con la crisis y los seguratas vinieron a vigilar de vez en cuando aquel crisol cultural que se formaba. Tres horas dan para mucho. Qué cosas. Pero llegué a casa, tarde pero llegué.


Y al día siguiente a ver el mar con los pocos amigos que quedan por aqui. Benditos días al Sol.
Pero de repente ya era hoy y se terminan mis vacaciones. Ya está, concluimos primera vuelta y comienza la importante, la refinitiva, en la que hay que darlo todo. Así que aqui estoy, automotivandome, para que cuando suene el despertador no me den ganas de asesinarme. Es por una buena causa.

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