martes, 18 de mayo de 2010

...pendiente abrazo, despedida, beso, flor...

No le gustan las despedidas, las aborrece, prefiere callarse la pena todo lo dentro que se pueda y gritar cuando tenga la certeza de que no haya nadie cerca. Que alguien asesine al que inventó las despedidas, por favor. Las despedidas no existen, las despedidas no existen. Si no te despides sólo se quedan los recuerdos buenos. O los malos. Todo lo que fué. Sonríe. Sonríe mucho. El silencio da miedo. Yo me comeré todos tus miedos para que te dejen en paz, no te preocupes. Un punto final me parece demasiado radical. Los finales abiertos son finales pero abiertos, supongo que es la mejor solución porque son finales, pero abiertos y cada uno añade, quita o deshace a su antojo. Hasta aquí.

Gracias por todo.

jueves, 13 de mayo de 2010

De mayor.




Pasan los días a la velocidad de la luz y de repente, ya ha pasado un mes desde aquel día en que hice un triple salto mortal dibujando un punto de inflexion en el aire. Yo, de mayor, seré Cirujano ortopédico y traumatólogo. (Sonrisa de oreja a oreja cada vez que lo pienso). Haré que la gente vuelva a andar, que vuelvan a abrazar, que los dedos sean capaces de volver a coger un boligrafo para escribir. Creo que es la decisión más sensata conmigo mismo que he tomado nunca, la más pensada y meditada, la más sincera. Me rondaba la idea desde hace años ya y al final pudo ser. La primera vez que pisé un quirófano fue para presenciar una fractura de tibia y peroné abierta. En aquel momentó aluciné muchísimo. Luego vinieron unas prácticas geniales en quirurgica I por cirugía general y otras horribles el siguiente cuatrimestre. Ese verano me lo pasé rotando por cirugía general alegrándome siempre de que la mascarilla me tapase la cara de asombro y cotilleando de vez en cuando el quirófano de trauma. Me da muchisima pena el saber que nunca haré Whipples pero aquí como en la vida en general, hay que perder ciertas cosas en el camino para ganar otras tantas. Luego llegarían las clases de Trauma en Florencia. No me perdí ni una. Intenté ir a las prácticas pero mi médico no existia o/y nadie lo conocía en todo el hospital traumatológico, asi que nada. Pero volví y me tocó rotar en maxilofacial. Interesante pero tan monótona que me terminaba colando en el quirófano de urgencias de trauma y en el de plástica. Mucho más interesante. Aquella rodilla flotante no es algo que pueda olvidar a la primera de cambio. Aquel día llegué a mi casa a las 5 de la tarde desde las 8 que empecé las clases. No hay dolor. Sé que no he elegido una profesión cómoda pero sinceramente no me veo de "médico que espera una analítica para estudiar su siguiente maniobra", eso es para otros que me consta que se les da muy bien y son tambien necesarios en todo ésto. Mi idea de Medicina es algo más resolutivo, el aquí y ahora, el te has destrozado en un instante pero yo te voy a arreglar no te preocupes. O al menos intentarlo. Como casi todo en esta vida. Y tras estos 7 meses de encierro y un examen que no salió como debería haber salido o como me hubiese gustado que saliese, tras 4 meses de vacío y comeduras de cabeza, volveré a pisar un quirófano y es probable que ya sea para siempre.

Del día de elección, podría contar muchísimas cosas. Puedo recordar conversaciones, olores y movimientos con todo lujo de detalles de ese día. Es muy curioso. Mi número no era suficiente para irme a ciudades grandes con mar como Barcelona o Málaga pero si que daba para lo que quería. Barajé opciones, me hice un lío, tonteé con la idea de cojer una buena plaza de cirugía torácica o vascular. Y aquel día, cuando se habían llevado mis 2 plazas soñadas, aun quedaban segundas opciones en cuanto a lugar. Y tambien tonteé con la idea de irme lejos y la asesiné. Nada. Me quedo aquí al lado. En un hospital mediano de una ciudad con mar. Eso que se suele decir de que tu plaza te estará esperando en el ministerio el día que elijas es verdad. Allí estaba. Desde que entre por la puerta sabía que era para mí. Se llevaron justo delante mía una muy suculenta en otra ciudad muy grande pero sin mar. No sé si llegado el momento hubiese renunciado o me la hubiese llevado puesta. Nunca se sabrá. Como tampoco se sabrá que hubiese pasado si hubiese echado mis ideas por los aires y me hubiese quedado con la plaza de Torácica o de cirugía pediátrica en Granada. Ya está, ya pasó. Se pasa mal, se pasa muy mal, pero pasa muy rápido. Muy rápido. Te dan tu credencial que dice que tu plaza es tuya y te vas corriendo a la calle, flotando. Buscando alguna cara conocida que te dé, por favor, un abrazo. Y allí había gente para dar abrazos y regalar Principitos en portugués y chocolate. Gracias. Si alguna vez leeis ésto: gracias, de verdad.

Me tiré dos días sin ser consciente de lo que había hecho, de cómo había dado un paso de gigante al frente en un momento. Pero pasan los días y te das cuenta poco a poco de la magnitud del asunto, que estás donde habías querido estar y de que nada ni nadie te lo puede quitar. Todas las horas de estudio, las noches sin dormir, los malos ratos, ahora son un recuerdo lejano y bonito. Cuando algo pasa muy rápido dicen que es porque lo has disfrutado... No sé si volvería a hacer todo lo que he hecho si tuviese que empezar de nuevo, pero sospecho que sí.

Y tras la tempestad, la busqueda de piso. Quebraderos de cabeza varios. Cerca de la playa los pisos son viejos y caros, en el centro son muy caros sin más. Casas amuebladas con lo que sobrevivió a nuestra guerra, cuadros siniestros, baños rosas, casas pintadas de rosa. Horrible. Dos semanas después, y tras mucho pensar y buscar, lo encontré. A 10 minutos andando de la playa, a un poquito menos del puerto. Huele a sal. A un paso del centro, al lado de la estación de tren. Y me parece perfecto, con su habitación roja y su sofá, con su suelo de parquet y su mesa para 6 en el comedor. Hoy he empezado a llevar cosas. Me da una pena terrible vaciar esta habitación, pero me ilusiona sobremanera estar empezando algo. Nueva etapa, feliz como un niño con zapatos nuevos, ansioso como estaba siempre el primer día de colegio. A saber dónde me lleva todo ésto. Confiemos. Todo saldrá bien. Enésimo salto al vacío: él se fue a vivir solo.


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